Recorro cada espacio
Sigo tu rastro en cada habitación
Adivino tus pasos, vuelvo a nuestro inicio
No puedes estar lejos.
No hace mucho me llenaba tu risa
Lo sabia todo de ti, nuestra piel era la misma
No hace mucho me comenzaste a faltar
Hoy tengo una melancolía nueva
Tengo un silencio que me duele
Me faltan todas las palabras
Me falta tu voz.
sábado, 31 de marzo de 2007
domingo, 25 de marzo de 2007
Estertor
Te sujeto la cabeza fuerte, bajo mi mano siento el sudor frío que brota de tu frente. Tus ojos temblorosos, llenos de miedo, buscan en los míos una respuesta, una salida.
La gente se aproxima a nuestro derredor y dificultan aún más tu respirar que va subiendo el ritmo poco a poco, tu puño que se cierra y aprieta. Que débil eres en el suelo, sin voluntad de mover las piernas, tu mirada desesperada que me habla y que lo ignora todo.
Tu voz que se congela adentro, no busca encontrarse con el silencio, se van agotando las palabras en tu mente, vas cerrando tus ideas, cercándolas, dejando sólo un pensamiento.
Tu espalda dura como el pavimento, tensa, tu cuello firme, tus venas queriendo escapar de la prisión de tu piel. Tus colores que cambian y van perdiendo intensidad.
Mis manos aprietan más fuerte, pero ya no se marcan en tu rostro, parecen retenerte aquí, impidiéndote ir. Las voces, como murmullos, se incrementan y se vuelven indescifrables.
Las siluetas de la calle, la sombra tan grande y nefasta que nos cierra. Que visión la tuya, tan última, tan triste, el recuerdo que dejas, tan pobre.
Recorriste fácil, en instantes, tu vida, sin risas, ni espantos, sin gloria, tan sola, tan impertinente. Qué dejas, qué pierdes, no olvides más que sería todo.
No es tu nombre el que se escucha, una voz que se distingue, franca, etérea, tan noble. Como descubre tu ciencia, tu dolor tan sordo, tu incesante imagen.
Te sientes tranquila, pero se acelera tu pulso, tus piernas comienzan a golpear el suelo, tu cabeza que busca liberarse, tus puños que se tensan, los sonidos que se escapan de tu silencio. Tu alma que se escurre.
La sirena que encuentra espacio entre la gente, le dificultan el paso que rabia provocan, no lo entienden, se cierran, no respetan. La realidad que explota y golpea tus sentidos, lo escuchas todo, lo sientes todo.
Te quieres ir, lo pides, estas cerca. Pero están mis manos en tú frente. La desesperación crece, el dolor insoportable. Lo escuchas, lo buscas, es el destino, es el camino. Pero no está. No te vas, te quedas a vivirlo todo, a odiarlo todo. No entiendes. Fueron mis manos, él lo intentó, pero no pudo.
La gente se aproxima a nuestro derredor y dificultan aún más tu respirar que va subiendo el ritmo poco a poco, tu puño que se cierra y aprieta. Que débil eres en el suelo, sin voluntad de mover las piernas, tu mirada desesperada que me habla y que lo ignora todo.
Tu voz que se congela adentro, no busca encontrarse con el silencio, se van agotando las palabras en tu mente, vas cerrando tus ideas, cercándolas, dejando sólo un pensamiento.
Tu espalda dura como el pavimento, tensa, tu cuello firme, tus venas queriendo escapar de la prisión de tu piel. Tus colores que cambian y van perdiendo intensidad.
Mis manos aprietan más fuerte, pero ya no se marcan en tu rostro, parecen retenerte aquí, impidiéndote ir. Las voces, como murmullos, se incrementan y se vuelven indescifrables.
Las siluetas de la calle, la sombra tan grande y nefasta que nos cierra. Que visión la tuya, tan última, tan triste, el recuerdo que dejas, tan pobre.
Recorriste fácil, en instantes, tu vida, sin risas, ni espantos, sin gloria, tan sola, tan impertinente. Qué dejas, qué pierdes, no olvides más que sería todo.
No es tu nombre el que se escucha, una voz que se distingue, franca, etérea, tan noble. Como descubre tu ciencia, tu dolor tan sordo, tu incesante imagen.
Te sientes tranquila, pero se acelera tu pulso, tus piernas comienzan a golpear el suelo, tu cabeza que busca liberarse, tus puños que se tensan, los sonidos que se escapan de tu silencio. Tu alma que se escurre.
La sirena que encuentra espacio entre la gente, le dificultan el paso que rabia provocan, no lo entienden, se cierran, no respetan. La realidad que explota y golpea tus sentidos, lo escuchas todo, lo sientes todo.
Te quieres ir, lo pides, estas cerca. Pero están mis manos en tú frente. La desesperación crece, el dolor insoportable. Lo escuchas, lo buscas, es el destino, es el camino. Pero no está. No te vas, te quedas a vivirlo todo, a odiarlo todo. No entiendes. Fueron mis manos, él lo intentó, pero no pudo.
martes, 20 de marzo de 2007
Las Vidas
¡Ay qué incómoda a veces
te siento
conmigo, vencedor entre los hombres!
Porque no sabes
que conmigo vencieron
miles de rostros que no puedes ver,
miles de pies y pechos que marcharon conmigo,
que no soy,
que no existo,
que sólo soy la frente de los que van conmigo,
que soy más fuerte
porque llevo en mí
no mi pequeña vida
sino todas las vidas,
y ando seguro hacia delante
porque tengo mil ojos,
golpeo con peso de piedra
porque tengo mil manos
y mi voz se oye en las orillas
de todas las tierras
porque es la voz de todos
los que no hablaron,
de los que no cantaron
y cantan hoy con esta boca
que a ti te besa.
Pablo Neruda
te siento
conmigo, vencedor entre los hombres!
Porque no sabes
que conmigo vencieron
miles de rostros que no puedes ver,
miles de pies y pechos que marcharon conmigo,
que no soy,
que no existo,
que sólo soy la frente de los que van conmigo,
que soy más fuerte
porque llevo en mí
no mi pequeña vida
sino todas las vidas,
y ando seguro hacia delante
porque tengo mil ojos,
golpeo con peso de piedra
porque tengo mil manos
y mi voz se oye en las orillas
de todas las tierras
porque es la voz de todos
los que no hablaron,
de los que no cantaron
y cantan hoy con esta boca
que a ti te besa.
Pablo Neruda
sábado, 17 de marzo de 2007
Conjuro
De una inscripción en la arena, abandonada al viento: "...te convoco y te condeno a que no puedas cerrar los ojos sin verme, abrir los labios sin llamarme, saciar la sed sin sentir en tu boca la mía, tocar tu cuerpo sin creer que me acaricias, doblar una esquina sin la esperanza de hallarme, alzar el teléfono sin oír en mi voz tu nombre, abrir un libro sin leer estas palabras, porque el único amor que me hace falta es el tuyo, y lo necesito de esta manera desmesurada en que yo..."
Felipe Garrido
Felipe Garrido
domingo, 11 de marzo de 2007
Belleza
No cualquiera escribe sobre el amor
Por que no cualquiera sabe lo que es hermoso
Me pregunto si lo sabré
No importa.
Mientras corone mis intentos con aureolas de esperanza
Y bendiga los momentos en que rezo por tu gloria
Tendré en mi mente la idea de que mi corazón ya es eterno
Que los grilletes de la mediocridad
Quedaron en el estanque del olvido
Alzando las astas de mi libertad
enseñando a mis labios el amar
y complementando con tus ansias
quizá podremos volar.
Secando los rencores y expulsando la timidez
estoy seguro que llegare a ti.
La belleza es eterna
son nuestros ojos los que dejan de apreciarla
Por eso te veo con el alma.
Recuerdo de 1998
Por que no cualquiera sabe lo que es hermoso
Me pregunto si lo sabré
No importa.
Mientras corone mis intentos con aureolas de esperanza
Y bendiga los momentos en que rezo por tu gloria
Tendré en mi mente la idea de que mi corazón ya es eterno
Que los grilletes de la mediocridad
Quedaron en el estanque del olvido
Alzando las astas de mi libertad
enseñando a mis labios el amar
y complementando con tus ansias
quizá podremos volar.
Secando los rencores y expulsando la timidez
estoy seguro que llegare a ti.
La belleza es eterna
son nuestros ojos los que dejan de apreciarla
Por eso te veo con el alma.
Recuerdo de 1998
jueves, 8 de marzo de 2007
Inventario Sobre Cierto Tipo de Mujeres
Hay mujeres a las que no se puede abandonar
Se les deja así
Se les destierra
Pero se llevan siempre metidas en la cabeza
Alojadas en la piel
Persistentes en los territorios del recuerdo
Como la imagen de la patria
Cuando nos encontramos lejos.
Hay mujeres que son
Risa absoluta
Mirada plena
Y crecen en la proporción que el tiempo pasa
Y se hacen presentes en el instante de la melancolía.
Hay mujeres de magia
De hechizo
De eterna voz que nos desarma.
Hay mujeres
En cuya geografía se localizan todos los secretos
Y uno puede instalarse en ellas
Como una bandera
Como un presentimiento
O como un poeta cansado que busca recuperar
su intenso amor por la vida.
Hay mujeres
En verdad lo digo
Que aceptan la palabra como un recuerdo inmarcesible
Con el que pueden abrir cualquier puerta
Y penetrar al interior de cualquier pecho desolado.
Hay mujeres
Serenísimas
Que saben colocar la mano en el hombro
Y elevarla como un espantapájaros
Para ahuyentar la sombra del insomnio que nos ronda.
Hay mujeres viento
Mujeres puerto
Mujeres incendio
Mujeres Melodía
Mujeres alcoba
Mujeres espejo por el que entramos venturosos
A descubrir las fulguraciones fertiles de la imaginación.
Hay mujeres
A las que no se les puede abandonar nunca.
Antonio Huerta.
Manet - Mujer con papagayo
Un homenaje a las mujeres en su día, en la lucha que libramos a diario, y en la que siempre salimos victoriosos los hombres, por tener la oportunidad de convivir con la mejor creación de Dios.
Se les deja así
Se les destierra
Pero se llevan siempre metidas en la cabeza
Alojadas en la piel
Persistentes en los territorios del recuerdo
Como la imagen de la patria
Cuando nos encontramos lejos.
Hay mujeres que son
Risa absoluta
Mirada plena
Y crecen en la proporción que el tiempo pasa
Y se hacen presentes en el instante de la melancolía.
Hay mujeres de magia
De hechizo
De eterna voz que nos desarma.
Hay mujeres
En cuya geografía se localizan todos los secretos
Y uno puede instalarse en ellas
Como una bandera
Como un presentimiento
O como un poeta cansado que busca recuperar
su intenso amor por la vida.
Hay mujeres
En verdad lo digo
Que aceptan la palabra como un recuerdo inmarcesible
Con el que pueden abrir cualquier puerta
Y penetrar al interior de cualquier pecho desolado.
Hay mujeres
Serenísimas
Que saben colocar la mano en el hombro
Y elevarla como un espantapájaros
Para ahuyentar la sombra del insomnio que nos ronda.
Hay mujeres viento
Mujeres puerto
Mujeres incendio
Mujeres Melodía
Mujeres alcoba
Mujeres espejo por el que entramos venturosos
A descubrir las fulguraciones fertiles de la imaginación.
Hay mujeres
A las que no se les puede abandonar nunca.
Antonio Huerta.
Manet - Mujer con papagayo
Un homenaje a las mujeres en su día, en la lucha que libramos a diario, y en la que siempre salimos victoriosos los hombres, por tener la oportunidad de convivir con la mejor creación de Dios.
viernes, 2 de marzo de 2007
La Vista Fija
Érase una niña pequeñita y muy bonita, con chapas rojas rojas cual flores de rubor, vestidito rosa y bonito cabello rizado. Jugaba en un parque con su pelota y era muy feliz. Oyóse entonces un disparo, y la frente de la niña hizo ¡pop!, y una emisión hubo de sangre y sesos entremezclados que, flor también de rubor (aunque de otro, ¡ay, de otro rubor!), cayó en el pasto un segundo o dos antes que la propia niña.
De la pelota no se supo más, y yo creo que alguien se la robó. Debe haber sido fácil porque hasta la niña, que no se movía y de cuya frente seguía manando ese caldo rojo y tremebundo, llegó una mujer que pants que se quedó con la vista fija en ella; un señor de traje barato que también se quedó con la vista fija en ella; un par de muchachos, con uniforme y peinados de escuela militarizada, que también se quedaron con la vista fija en ella.
Y una anciana de coche con chofer, su chofer, un grupo de novicias, tres policías, un comerciante informal, un malabarista de crucero, un ejecutivo de exitosa empresa y otros muchos más, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, que tras llegar se quedaron igualmente alrededor de la niña, igualmente con la vista fija en ella, arruinando con sus pies descuidados el pasto del parque, favoreciendo la huida del posible y desalmado ladrón de pelotas, presas todos de la misma atracción: del mismo embrujo, imperioso y extraño.
Porque no se encontraban ante un televisor, no había reportero que comentara lo que veían, no se veía logotipo ni anuncio superpuesto ni nada entre ellos y las manchas rojas rojas en el pasto verde, los rizos manchados de rojo, los trozos de cráneo igualmente manchados de rojo, la expresión de sorpresa en la carita infantil, los bracitos y piernitas inertes, laxos, ya fríos.
Y, por ende, todo, todo cuanto veían era de ellos solamente: su secreto, como son secretos el frío del velador, las pesadillas del enfermo, mi propia voz como se oye desde adentro.
Así que allí estaban, llenos de un gozo nuevo, vivo y tembloroso, de esos que son inconfesables y agradabilísimos. Y cuando todos se encontraban a diez metros o menos, aun sin otro cuidado que el espanto ante sus ojos, la niña explotó y los mató.
Alberto Chimal
Sientase glorificado todo el que gusta del espectáculo morboso, de la sangre, de la desgracia ajena, del carro destrozado, de la mujer inerte, del hombre inconsciente y que no se detiene a pensar en lo suyo, en lo que significa el dolor, el familiar faltante, la carga de consciencia.
Nadie merece una pena semejante, pero nadie es nada para juzgar y menos para hablar como hablan del árbol caído, esa leña no calienta.
De la pelota no se supo más, y yo creo que alguien se la robó. Debe haber sido fácil porque hasta la niña, que no se movía y de cuya frente seguía manando ese caldo rojo y tremebundo, llegó una mujer que pants que se quedó con la vista fija en ella; un señor de traje barato que también se quedó con la vista fija en ella; un par de muchachos, con uniforme y peinados de escuela militarizada, que también se quedaron con la vista fija en ella.
Y una anciana de coche con chofer, su chofer, un grupo de novicias, tres policías, un comerciante informal, un malabarista de crucero, un ejecutivo de exitosa empresa y otros muchos más, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, que tras llegar se quedaron igualmente alrededor de la niña, igualmente con la vista fija en ella, arruinando con sus pies descuidados el pasto del parque, favoreciendo la huida del posible y desalmado ladrón de pelotas, presas todos de la misma atracción: del mismo embrujo, imperioso y extraño.
Porque no se encontraban ante un televisor, no había reportero que comentara lo que veían, no se veía logotipo ni anuncio superpuesto ni nada entre ellos y las manchas rojas rojas en el pasto verde, los rizos manchados de rojo, los trozos de cráneo igualmente manchados de rojo, la expresión de sorpresa en la carita infantil, los bracitos y piernitas inertes, laxos, ya fríos.
Y, por ende, todo, todo cuanto veían era de ellos solamente: su secreto, como son secretos el frío del velador, las pesadillas del enfermo, mi propia voz como se oye desde adentro.
Así que allí estaban, llenos de un gozo nuevo, vivo y tembloroso, de esos que son inconfesables y agradabilísimos. Y cuando todos se encontraban a diez metros o menos, aun sin otro cuidado que el espanto ante sus ojos, la niña explotó y los mató.
Alberto Chimal
Sientase glorificado todo el que gusta del espectáculo morboso, de la sangre, de la desgracia ajena, del carro destrozado, de la mujer inerte, del hombre inconsciente y que no se detiene a pensar en lo suyo, en lo que significa el dolor, el familiar faltante, la carga de consciencia.
Nadie merece una pena semejante, pero nadie es nada para juzgar y menos para hablar como hablan del árbol caído, esa leña no calienta.
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