lunes, 2 de abril de 2007

No Sé, Me Importa Un Pito

No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos
como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.

Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz
que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo
ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar pierden el tiempo las
que pretendan seducirme.

Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas
y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus
miradas de pronóstico reservado?

¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"...
y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilometros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón,
en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días
entre las nubes la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿ Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir
con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una
mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

Oliverio Girondo
(El Espantapájaros)

5 comentarios:

Angie Sandino dijo...

Pues lo dijo Oliverio...
Habra que saber volar...

DonGalleto dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
DonGalleto dijo...

pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo
ningún pretexto, que no sepan volar.


Me gusto muchom esa parte

*AntagoniSta* dijo...

Oliverio, siempre tan lúdico, nos ha regalado una bella muestra de equilibrio y aleteo de alas para salir volando,
desesperadamente...
Muestra de buen gusto éstas letras.

Saludos con alas desplegadas.

LuCcY dijo...

me gusta el humor de oliverio!
----
me sorprendió encontrarte en la bloggosfera! como diste con mi caleidoscopio?? muchos besos y saludos!