Yo encuentro en la luna, una aliada. Mi cómplice maldita que pasa las noches conmigo ideando una forma sutil de cambiarlo todo. La extraño durante el día y odio de una manera obsesiva al Sol que como único talento le encuentro su facilidad de crear sombras.
Mi sombra me acompaña cuando la luna me falta, me sigue y no deja que la soledad obtenga mi rendición. Mi cuaderno nunca descansa siempre esta creando una palabra distinta, una frase completa que es capaz de sorprender al mas osado.
Esta noche tendré mis ojos puestos en aquella que no me mira, aquella que ignora, no sabe de mis letras, ni de mis noches.
La luna alumbra su rostro, ella la siente y se entrega a sus rayos tibios. Ella no entendería, pero la luna es mi amiga y esta actuando a mi comando.
Logro verla tan bella, sus ojos cerrados y su piel envuelta en sombras. No escucha porque la luna entrega un silencio que es capaz de simular cualquier murmullo, cualquier paso, cualquier respiración acelerada.
Llevo mi cuaderno conmigo, esta sangrando. Va dejando un rastro de anhelos de luna, de visiones de ella bajo el reflejo de la noche, de su rostro y sus ojos que no me ven.
La luna la distrae bastante, la tiene en un trance sensorial. Ya estoy donde puede saber, donde puede verme, la muevo.
Ella grita, entiendo, pero la luna no, y se revela. La luna me reclama, ella quería que yo cambiara todo, que ella me viera y sintiera lo mismo, esta molesta. Yo no, pero es mi aliada, mi cómplice maldita. Tengo que hacerle caso.
Comienzo a sofocarla, no quiero dañar sus ojos, no dejan de verme, me conocen ahora, tengo que matarla despacio, la luna me esta vigilando.
martes, 4 de diciembre de 2007
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